Todas las soledades se
inventaron en este pueblo. Es así, como le digo, aunque no me lo
quiera creer. Yo podría contarle mil y un historias diferentes, pero
todas tendrían, al final, el mismo sabor a polvo, el mismo olor a
calamares abandonados en un canasto.
domingo, 30 de diciembre de 2012
¿cuánto saben las
lombrices?
Desde abajo de las
piedritas, a ochenta centímetros, o tal vez menos, las lombrices no
escuchan, porque al parecer no tienen oídos. Tampoco ven, enredadas
en unos cuantos metros de tierra mojada que se extiende, como reino
subterráneo, cientos de pasos a la redonda. Son muchas, sordas,
ciegas, frías, gélidas, infinitas. Mundo de oscuridad, sobre sus
existencias se dibuja un camino que no es cualquier camino. Las
lombrices lo saben, porque se cuidan muy bien de no salir a la
superficie.
Sin palabras
patria
Quise
fundar en la palabra
ese
todo que tanto me falta
Quise
construir
los
cimientos de la ciudad nueva
con
las piedras de esa nada
que
tanto me abunda
Sin palabras
la casa
Una
luz me persigue desde el final del camino
cada
vértebra en calma
derecho,
rumbo a la casa sin paraje
Breviario
Quién escribe
observa
En movimiento
constante
hurga
Siempre a la
expectativa,
entierra sus manos
en el lodo de la lengua
Esto ya estaba
escrito
Entre metáforas cómo :
el tiempo me lleva
y yo no tengo a
dónde ir
jueves, 27 de diciembre de 2012
El hombre en la pileta
El
horror de no saber qué puede estar por pasar a nuestras espaldas.
Así y todo, no nos damos vuelta a mirar, porque hay que salir
corriendo, levantarse de un salto atolondrado, ayudándonos con
grandes y virulentos cuerpos de cactus. Lonjas largas que pensadas
desde ahora, pueden hacernos sonreír por lo burdo de la
interpretación que vendrá después. Ni en los sueños puede uno
dormir tranquilo; pero eso es agua de otro cántaro.
El futuro capítulo dos, antes.
Después del capítulo de
la otra noche, soñé esta vez, en un tiempo que quizá podría ser
anterior, que estábamos todavía en familia. Vivíamos en unos
departamentos de pasillo, en un PH de construcción contemporánea -o
de futuro cercano-.
El burro
Un grupo de furtivos
pescadores, y no de pescadores furtivos, como marca la
contemporaneidad. El escollo de los sueños es idéntico al de la
escritura: nunca se sabe del todo a qué final iremos a parar; cuál
de todas las voces, será la que logre estampar sus cuerdas vocales
en el papel.
miércoles, 26 de diciembre de 2012
De tripas corazón
soñar
toda la historia
que de día se
escapa
Toda la historia,
de los hombres en su
andar
Hormigas coloradas
atraviesan la muralla china
mientras tanto,
ponen piedras una y
otra vez
no acaban de
construirla jamás
Y pensé, como
tantas otras veces,
que por fín se me
daba la posibilidad
de hablar con
palabras
Pensé, soñando, que los sintagmas
eran dioses sagrados
eran dioses sagrados
y que se me
ofrecían,
dispuestos.
Después amanecí.
Y el mundo no creía
más en nada;
el paraíso
las sonrisas, el
infierno, las miradas
los cuerpos,
las hormigas,
las hormigas,
fragmentos ó
borradores de la
vigilia.
De tripas corazón
querer
Nadar por las
arenas,
como si fueran
montañas de miel
Que tus manos me
arranquen de este yo terrestre
que mis bordes se
pierdan,
eso quisiera
Hasta ser polvo
soplado
por la tormenta del
fin del mundo
Con todo el peso de
la sordidez
entregarme a tu boca
a esa grieta que
traga
que aliviana las
sombras y las conciencias,
A esa lengua sin
nombre
que cobra el peaje
del paraíso
Que se yo - 5
Hago
cosas raras. Muchas veces hago cosas raras, como buscar una bolsa de
plástico en el tacho de basura, para tirar las colillas de
cigarrillos. No es raro si le lo piensa a la inversa, pero sí lo es
cuando entre esas otras cosas está el tirar la ropa sucia a la
basura, en vez de al cesto de la ropa sucia, guardar la leche en la
basura, en vez de en la heladera. Siempre la basura. Por suerte no se
me da por meter la basura en todos los otros lugares. Nunca lo había
pensado, ¿sabés?, lo hago ahora; hasta hoy creía que se trataban
de meros errores aleatorios sin relación alguna; equívocos tontos
producto de la distracción, o por estar con la cabeza en otra cosa.
Y sin
embargo no. Todo parece tener que ir a parar al tachito cromado con
pedal que me interpela cuando la tapa se levanta y puedo ver dentro
que ese cilindro negro con bolsa sólo contiene eso: basura.
Así,
tiro un relato infinito en mi cabeza. Un montón de desperdicios
aislados en donde el todo tiene una lógica impoluta. Restos de
hechos y deshechos que a priori no se encadenan. Pero cuando me
asalta la vocación por el reciclaje, escarbo sin mucho escarbar y
ahí aparece, ahí está la historia apilada, escombro sobre idea,
imagen sobre porquería, estercolero del recuerdo, residuo
disparatado. Tiene lógica. Sólo que no se explicarla, ¿sabés?
Es la
ficción más larga que se me ocurrió alguna vez. Está todo, bien
desordenado, como la basura.
Qué se yo - 4
Increíble,
¿sabés? Por esas cosas que solo desatan mi imaginación, es decir,
que no puedo entender, quise abrir un archivo y como no tengo el Word
indicado, pero sí el Office que tiene poderes sobrenaturales
para vencer las barreras del mundo
imperiocapitalistajudeocristinacristianoofascistamitológicoymás,
intenté abrirlo con ese.
Increible.
No sabés.
jueves, 20 de diciembre de 2012
Qué se yo - 3
Confundo
el amor con el hambre. Quizás por haber aprendido y haber
aprehendido más de una lengua, a la hora en que la madre se afianza.
Tal vez todo sea un problema de haches, ¿sabés?
Son
tantas cosas las que pueden confundir y, sin embargo, a cada quien
parece venirle configurada alguna confusión particular.
Entonces,
decía, el amor me convierte en un animal mórbido, que se expande a
lo largo y a lo ancho, pero sobre todo a lo ancho, como un pavo al
que alimentan para ser foie gras.
Qué se yo - 2
Iba en el
taxi cuando me llamaron. El obstetra me dijo que al dia siguiente iba
a ser madre. Que no me preocupara, pero que iba a conocer a mi hijo.
No me
preocupé, ni eso pude hacer.
En
realidad no me dijeron que iba a ser madre y que vos ibas a ser
padre, me hicieron solo una pregunta: ¿cómo estás para conocer a
tu hijo mañana?
No pude
responder nada, ¿sabés?, ¿qué iba a decir?
Nada,
¿no?
Qué se yo - 1
Pensé en
la segunda persona del singular, ¿sabés? Es un destinatario muy
triste, a la hora de elegir interlocutor. A decir verdad, son tristes
todos los nombres del singular. Los tiempos verbales son más
alentadores cuando se congujan en plural.
miércoles, 19 de diciembre de 2012
Sin palabras
una cama segura
I.
Por
un camino de pavimento
Vienen
corriendo tus ojos.
Mil pájaros vuelan en busca de una Flor
La Flor, que como un búfalo mana
De tu vientre acobardado.
Sordo queda el alquitrán de tanta primavera
II.
Empezar un café en la noche,
Vapor de la memoria, cura de los olvidos
Desde las sábanas, desde las piernas que se abrazan
Una
cama segura,
Para
no despertar en estas mañanas
sino
en otras.
Era
como si muriéramos en el mismo barco
Era
la misma tormenta
Una
boya flotando en el gris del río.
Triste vive la aventura, cuando es desposeída
Un
despertar unánime
Sacude
a los viajeros, víctimas del naufragio
Como a los versos que vuelan
Más
allá de los rayos que incendian el horizonte
Hasta
anclar en otro rellano desierto
Donde todas las
horas transitan
por el carril del letargo
III.
En
el monte salvaje de los aullidos
Los zumbidos de las impalpables presencias
Me esperan
Con sus ramas abiertas
Con sus
palmeras de pie
Sombras ausentes,
cañas de azúcar
Sombras ausentes,
cañas de azúcar
viernes, 14 de diciembre de 2012
La sed
El
tipo era un bebedor y se le notaba, a todas luces, en las grietas
ásperas que se le dibujaban sobre la boca. Como si cada rayita
fuera un testigo rotundo de todas las noches o días en que no habría
podido satisfacer su sed.
A
mi se me ocurrió que así debía ser. Y nadie contradijo mis
suposiciones. Hasta que Nancy dijo de él, mientras pasaba un trapo
sobre la mesada de la cocina:
-
Juan, dejá de mirar a ese viejo. Te va a secar los ojos. ¿Nunca
aprendés nada vos?
Sin palabras
Horizonte
A Octavio
Ya no sé donde esconderme
Si las ruinas de esta casa
Me despojan de mí
Si las horas no se prolongan
Ni se acortan
Si como una flor sin estación
Se vuelven vida
Por fuera del tiempo
¿Hacia dónde escapar?
Si los escombros
Bajo un temblor cansino
Amurallan la tristeza frágil
De esta planta inerte que vengo siendo
Un encierro,
A puras luces sombrío
Con una mano aprendiz
Que me arrastra
Hasta el otro lado de la vida.
Y veo brillar tu entusiasmo
Brote de ternura infinita
Mi Nave Real
Mi Océano de días
Y tu abrazo diminuto
Hacer de esta tierra pisada
Un horizonte tibio
Viajero de la luz, Planeta desconocido
Llegaste a mi cuerpo
Para sembrar mil sonrisas
Y una esperanza virgen.
Anoche soñé. Anteanoche
también. Y anteanteanoche. Una cadencia de sueños por un riel de
viento.
Viajo. Viajaba. Viajo por
ese destino sin palabras.
Los pasajeros van. No soy
yo el vientre del tren. Los pasajeros, brumas de la soledad. No
sabemos si sueñan también. Soñaban.
Pero uno, sin ser
distinto a los otros, se acerca a mi ausencia. Y habla. Susurra una
profecía, débil. Una cadena de hojas, de ramas secas y el trino de
algún pájaro.
Y me dice:
─ Eras el cuerpo
tendido sobre un escenario. El público asiste al concurso del dolor.
La mitad de tu pelo, rapado. Los ojos muertos, para no ver la luz. Y
mientras el ogro tomaba de cada uno de tus pechos, carente de alma,
ganabas. El público proclama tu nombre. Exige saber el secreto. La
razón de aquel desplazamiento.
Contesto:
─Anteanoche soñé.
Y mañana soñaré otra vez.
Viajaba. Viajaré por
este destino sin palabras. Soy la falta. Seré la nada.
El tren sigue la marcha.
Los pasajeros andan. No sabemos si soñarán. El mensajero se abriga
un poco más con su mortaja. La capa inerte que lo salva del fuego. Y
desparece hacia el final del vagón, después de cerrar la puerta. Un
sonido metálico, de árboles sin savia, de tierra inerte, de vidas
invertebradas. El profeta no mira hacia atrás. Guarda en el pecho
que no tiene, los ecos de mi última voz.
Siendo el tren. Siendo
una hoja. Siendo una rama seca y todos los pájaros.
Soñaré en silencio la
vida. Soñaré sin cuerpo un mañana.
Naturaleza muerta
Una manzana roja,
con pinceladas amarillas que la van carcomiendo de a poco. En los
ángulos - y es muy difícil determinar cuál es el ángulo en la
manzana- piensa Morgade- en los ángulos donde el amarillo ya ha
avanzado tanto, la piel de la manzana se hunde y se ve ,o se forma,
lo que puede llamarse un moretón.
¿los ángeles vuelan?
A esa mujer nunca la
quise, no me gustaba porque siempre quería jugar a los dioses. Se
llamaba Ascencia del Carril y usaba vestidos de color oscuro y telas
pesadas.
Llevaba
puesto un rodete, una bola de lana comida y gris que parecía salida
del canasto de alguna tatarabuela de quien sólo hemos conocido una
foto vieja en un marco ovalado.
Ella
insistia en su papel de señora severa que sonríe por cortesía, de
alma abnegada que se da a su labor. Mamá también le creía y eso
era, tal vez, lo que a mi me obligaba a ejercer mis dotes de chiquita
silenciosa y obediente, con una displicencia que todavía hoy, en el
recuerdo, me revolotea alrededor de los ojos como un pájaro
enloquecido.
¿te acordás de
Anahí?
Con el objetivo maltrecho
y la cuestión a flor de piel, la cuestión que vaya a saber quién
cuál es, después de haber pasado otra tarde más (se me ocurre
escribir sempiterna, la tarde, pero como la mente se viste de frac,
la mía, juega al detective de películas, siempre escondida y bajo
un alias, es decir, me traiciona en su juego divertido de carburador
de ideas que no me pertenecen, decido prestarle poca atención y
reconocer que no tengo ni la más pálida noción de lo que esto
quiere decir; tal vez alguna vez lo supe, pero de tanto repetir
palabras sin saber qué decía, debo haberlo olvidado) leyendo, decía
que después de haber pasado otra tarde más leyendo y encontrando
sin tregua más de la mitad de las inquietudes que me inquietan,
elijo escribir.
¿cómo
se escribe un cuento?
En
ese buscar todo para dar con un cuento, a veces le parecia que la
habían venido a buscar y que estaba encarando el proceso por la
punta inversa del rulo.
“Deben
ser impresiones nomás”, repetía.
Impresiones
que se parecen a la intuición cuando nos asalta de golpe, para
instalarse en cada milímetro de nuestro cuerpo. Y cuando no era esa
mujer de labios gruesos y arrugas junto a la boca la que se hacía
presente, eran los ojos de otra mujer más joven, de pelo corto y con
pensamientos o fantasías similares. De las dos había visto varias
fotos en blanco y negro, porque estas mujeres no eran de la época de
la película en colores. Y si eran, no eran esas las imágenes que se
publicitaban de sus existencias. Como las dos hubiera querido ser, si
no fuera porque de la primera no le gustaban sus supuestas
convicciones ideológicas y la segunda se había suicidado demasiado
joven; no es que fuera quién para condenar semejante decisión, pero
una vida tan breve le daba más susto que entusiasmo.
¿Cómo se construye la paranoia?
Con
paciencia.
Con la misma arquitectura que la carcasa de una novela,
sólo que hay otras cuestiones en juego. La novela tiene un orden que
hay que trabajar, el delirio paranoide crece solito, como el cardo en
un cantero descuidado o la enredadera en la pared húmeda de una casa
abandonada.
En la novela hay demasiadas normas que
respetar; la paranoia es pura fantasía sin borde, en donde todo,
absolutamente todo, cuadra y calza como una zapato en el pie que va.
Las historias viejas, los viejos
motivos, todo aquello que creimos arrumbado en el olvido de algún
consultorio psicoanalítico, reviven con la fuerza de un ciclón,
brotan de las llamas como un demonio recién nacido.
Es cuando el delirio toma cuerpo, es
sólo entonces, cuando entendemos el verdadero alcance de lo que las
ficciones significan.
Porque, ¿qué son las ficciones, sino
realidades confeccionadas a medida?
Como un sastre que cose para su
cliente, el paranoico dibuja el molde de su vida.
las flores ebrias
Las flores se emborrachaban a veces
una vez por mes, o quizás dos
como malas damas
que han sido despedidas del paraíso
Yo me las cruzaba en el descanso de la
escalera
y les preguntaba por su estado,
por sus hijos, el trabajo
y tambien por sus sueños
y tambien por sus sueños
Con la lengua entumecida
me contestaban a puro desgano
batidas a duelo con la vida,
descreídas de la muerte
Sin mayor opción que una botella rasposa,
me decían que querían partir
y que querían dejar el barrio
que nada de lo que les habían
prometido
ni nada de las palabras de sus padres
ni siquiera la esperanza
ni la voluntad
Yo les sonreía entonces
como si en ese gesto
como si en ese gesto
pudiera devolverles alguna raíz
algunas gotas de rocío
una caricia de sol para mitigar
un jardín que quedara un poco más
allá
de este acá demasiado más árido
recuerdo
Apenas después de llenar el estómago,
entre las tablas que crujen, se asomó una siesta.
En la crudeza del atlántico, digerimos.
Entre promesas sin proyección
Entre las sombras no proyectadas
de esas, tantas, promesas,
llegó el sueño:
Las linternas alumbraban los eucaliptos,
éramos soles de noche jugando a las escondidas.
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