Confundo
el amor con el hambre. Quizás por haber aprendido y haber
aprehendido más de una lengua, a la hora en que la madre se afianza.
Tal vez todo sea un problema de haches, ¿sabés?
Son
tantas cosas las que pueden confundir y, sin embargo, a cada quien
parece venirle configurada alguna confusión particular.
Entonces,
decía, el amor me convierte en un animal mórbido, que se expande a
lo largo y a lo ancho, pero sobre todo a lo ancho, como un pavo al
que alimentan para ser foie gras.
Siempre
me pasa parecido, ¿sabés?, empiezo con todas las pompas, los
ímpetus rimbombantes y entusiastas, así me siento a escribir.
Pero
después algo se estira, se va enchiclando, se pone gomoso y acabo
por abandonar el propósito inicial.
Tal vez pienses que soy así; no
lo hagas, por favor, no es justo.
Una
palomita torcaza se asoma por la ventana del escritorio y me mira fijo.
Se agarran como pueden
de todo lo que encuentran de hormigón. Y si es naturaleza, alguna
planta o arbol, tanto mejor ¡son tan graciosas!
Están en pleno
pegoteo amoroso de primavera, como nos pasó a nosotros, ¿sabés?
Suerte que las palomas no tengan problemas de horarios, ni de obras
de refacción o de acostumbramiento al huevo por venir. Las miro
ahora y pienso en eso: qué suerte tienen estas palomas.
Del amor al odio hay un sólo paso. O trecho. Los científicos insisten con eso, en las zonas de no se cuál corteza que se activa en los dos casos. La misma corteza, parece. Increíble.
Por eso hay algo que es
horrible en este pulmón de manzana. Cada varios días, desde alguna
de las cientas de ventanas, una bala de aire comprimido debe
reventarle el vuelo a una paloma al azar; quizás a dos. Nunca había
visto de dónde provenían los disparos, sólo el silbido raro y el
estruendo, la bandada de pájaros dispersandose y buscar con
minuciosidad de dónde, de dónde viene ese atentado a la vida. Ayer
me pareció descubrirlos. Una ventana de la planta baja de un
edificio de la calle Guido. No estoy segura, ¿sabés?, pero me dio
la impresión de que eran un hombre grande y un chico. Pensé en vos
y en tu papá. No se por qué.
Las
formas que el amor adopta para manifestarse son de lo más extravagantes.
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