martes, 8 de enero de 2013

Correo


El pino se amarronaba
en esta estampilla vieja de tiempo
La habíamos recibido tantas veces
que el remitente era sólo una anécdota

las cartas llegan, llegan mojadas


Y ahí estaban los pájaros
con sus trinos de tierra conocida
Las nubes, esos vientres de la tormenta
el sello postal de cada nueva invención

En la lectura
reescribíamos el mismo estribillo
un villancico no tan santo que navega:

agua arriba, agua abajo

Las gaviotas centinelas
con sus plumas de traje vigilante
supervisaban desde lo alto
que la carta naufragara en buen puerto

Nosotros esperábamos
a la vera de una playa de estreno
Tendidos de boca al mundo, de costado
con las manos escarbando en la arena

Aguantábamos, ligeramente
hasta oír la voz del relámpago:

un espejismo breve

Un cometa en el océano
para lanzarnos otra vez a la vida
para seguir navegando
como marineros del instinto

En el mar, cantan las sirenas:

Las nubes, las nubes, esos viernes de la tormenta.

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