jueves, 3 de enero de 2013

¿el amor es?

No perder la costumbre de la comodidad. Y relatar sin pensamiento, como en los tangos malentendidos, todos estos sentimientos que se me arremolinan en el pescuezo.

Desde los siglos de la infancia y después, desde las estaciones sin tiempo, me busco y me encuentro, diversa, multiplicada, dividida, proyectada, como una imagen sin contorno.


Diserto en clave sobre el amor al que tanto temo; ese demonio dulce y venenoso que hace en mí, su estancia contradictoria.
Pasa, como el viajero por el pueblo perdido a la vera de la ruta, y cada tanto se detiene, y cada tanto me provoca, me sonríe, se abraza a este esqueleto débil, que es la casa de mi corazón.

Después se va. Sin más, sin despedidas ni palabras atenuantes. Se escapa, desaparece por el horizonte invisible, y en su mochila carga todas mis ilusiones, y las de cien mil mujeres más.
-No es robo-, pronuncia en voz baja y ronca, sin mostrar la cara, sólo esa espalda que a los pocos meses volverá a hacer presencia en cualquier sonido. Sólo quiénes no han amado nunca, ignoran el ruido ensordecedor que anuncia la llegada del amor sin rostro.

Cualquier señal se vuelve indicio: una libélula diminuta, un enjambre de mariposas naranjas, una música lejana, el andar de un desconocido, un cielo de relámpagos intermitentes, las gotas de lluvia sobre el vidrio de una ventana, una ciudad nocturna quedando atrás desde la mirada de un taxi, un ejército de panaderos invadiendo el otoño, el incendio de la llama de una vela en la oscuridad, el silencio, un colibrí diestro, trazando su vuelo entre las nubes, la sinfonía mecánica que se oye cuando se sumerge la cabeza debajo del agua de una bañadera, las cosas, las eternas cosas incontables, que quedan tatuadas en mi, como huellas sin regreso.

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