A
una conclusión rara llego, ¿sabés? Anoche tuve un sueño de lo más
curioso. Todos, o casi todos mis sueños son raros pero, cada vez que
los sueño, apenas me despierto, me quedo un momento, más corto o
más largo, tratando de traer a la pantalla de la conciencia cada una
de esas imágenes que tanto me impresionan. Hay veces en que logro
dar con el material completo, o casi; entonces tengo algo así como
mil horas de edición pendientes en una isla,
que jamás se van a editar. Pero puedo escribirlas, en orden
aleatorio, como para no olvidarlas.
Entre la culpa, entre el berrinche de
nuestro hijo y entre la mañana que es, cada vez que la necesito,
breve como un suspiro de tiempo, decido que aunque en esta
oportunidad sólo me queden en limpio dos o tres imágenes de esas
mil horas de edición, voy a escribirlas.
Pero
como hasta en la escritura hay que saber guardar secretos, no las voy
a describir, sino que, como ya dije, voy a escribirlas. No es lo
mismo, ¿sabés? En el describir hay lugar para la interpretación;
cada quien puede leer o ver lo que quiere. En el escribir, soy yo la
que dirige el pensamiento de los posibles espectadores. O esa es la
ilusión que me sostiene, aquí y ahora,
hic et nunc, té de
jengibre y yoga, soles más brillantes, pájaros surcando el cielo
que amenaza con su tormenta, lectura y meditación, globulitos y
agujas, un estado reposado del alma.
De
este material vírgen, me queda entonces la idea, que es
el núcleo sobre el que se asienta, gira y afirma toda obra
cinematográfica. Y
la idea es, precisamente, que en este sueño mi yo completa todas sus
carencias; o una, la más inmensa que es, algo tan inconmensurable
como la falta de amor.
Si me dejara llevar por esas horas
vírgenes y las pusiera en la tela de juicio de los críticos
cinematográficos de la vida, otra vez saldría confundida de estos
cines de trasnoche.
Hay que confiar en las ideas, ¿sabés?
No es como alguna vez me dijiste, que no existían.
Si
me viera obligada a defender mi hipótesis, tendría que echar mano a
la teoría, a los que saben;
y son tantos pero tantos los que saben sobre cosas que se pelean
entre sí, que el libre albedrío, más que salvarme, me mandaría
directo a la sección clase Z de las clasificaciones de mi yo
pienso que.
No se si te acordarás ya, a medida
que avanzamos, nos vamos olvidando, los dos, yo de mi destinatario
epistolar, vos, sencillamente de mi; no se si te acordarás, pero soy
necia, soy terca, tengo la cabeza dura como una piedra fundamental
¿sabés?
Sí, claro que tenés que saber
todavía.
Por eso te cuento igual:
El
término «empirismo» proviene del griego έμπειρία,
cuya traducción al latín es experientia, de donde deriva la palabra
experiencia.
En
la Antigüedad clásica, lo empírico se refería al conocimiento que
los médicos, arquitectos, artistas y artesanos en general obtenían
a través de su experiencia dirigida hacia lo útil y técnico, en
contraposición al conocimiento teórico concebido como contemplación
de la verdad al margen de cualquier utilidad.
El
empirismo es una teoría filosófica que
enfatiza el papel de la experiencia, ligada a la percepción
sensorial, en la formación del conocimeinto. Para el empirismo más
extremo, la experiencia es la base de todo conocimiento, no sólo en
cuanto a su origen sino también en cuanto a su contenido. Se parte
del mundo sensible para formar los conceptos y éstos encuentran en
lo sensible su justificación y su limitación.
Difícil de entender, ¿no?
Y no menos difícil de refutar. Hay un
montón de nombres importantes que me defenderían si les pidiera
ayuda. Personajes históricos (como si el resto no lo fuera por el
mero hecho de haber transitado las horas del mundo en alguna
oportunidad), famosos, relevantes, inapelables, sabiondos listos,
conocedores, universitarios de la calle, escoltas de la bandera de la
verdad en un acto patrio de la vida.
Leonardo
da Vinci, podría ser uno de ellos y, sin embargo alguna vez dijo
“Soy completamente consciente de que hay gente
presuntuosa que cree tener razón en desacreditarme por no ser un
hombre culto ¡Qué locos!”. Dijo
cien cosas más en el medio y siguio, “No saben que mis
materiales tienen más valor porque derivan de la experiencia antes
que de las palabras de otros, y la experiencia es la maestra de
quienes han escrito con acierto”.
Reite. Por favor reite. Sos lindo
cuando te reís. O eras, ya no me acuerdo ni puedo saber.
En fin, que la idea era esa, que
cuando sueño completo todas las piezas que me faltan para llegar a
ser un rompecabezas terminado.
La filosofía es demasiado difícil,
¿sabés?. Y a muy poca gente le interesa escuchar de sueños ajenos.
No se si alguna vez vaya a alcanzar el
pedestal de la sabiduría académica.
Qué se yo...
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