miércoles, 2 de enero de 2013

Qué se yo - 6




A una conclusión rara llego, ¿sabés? Anoche tuve un sueño de lo más curioso. Todos, o casi todos mis sueños son raros pero, cada vez que los sueño, apenas me despierto, me quedo un momento, más corto o más largo, tratando de traer a la pantalla de la conciencia cada una de esas imágenes que tanto me impresionan. Hay veces en que logro dar con el material completo, o casi; entonces tengo algo así como mil horas de edición pendientes en una isla, que jamás se van a editar. Pero puedo escribirlas, en orden aleatorio, como para no olvidarlas.


Entre la culpa, entre el berrinche de nuestro hijo y entre la mañana que es, cada vez que la necesito, breve como un suspiro de tiempo, decido que aunque en esta oportunidad sólo me queden en limpio dos o tres imágenes de esas mil horas de edición, voy a escribirlas.

Pero como hasta en la escritura hay que saber guardar secretos, no las voy a describir, sino que, como ya dije, voy a escribirlas. No es lo mismo, ¿sabés? En el describir hay lugar para la interpretación; cada quien puede leer o ver lo que quiere. En el escribir, soy yo la que dirige el pensamiento de los posibles espectadores. O esa es la ilusión que me sostiene, aquí y ahora, hic et nunc, té de jengibre y yoga, soles más brillantes, pájaros surcando el cielo que amenaza con su tormenta, lectura y meditación, globulitos y agujas, un estado reposado del alma.

De este material vírgen, me queda entonces la idea, que es el núcleo sobre el que se asienta, gira y afirma toda obra cinematográfica. Y la idea es, precisamente, que en este sueño mi yo completa todas sus carencias; o una, la más inmensa que es, algo tan inconmensurable como la falta de amor.

Si me dejara llevar por esas horas vírgenes y las pusiera en la tela de juicio de los críticos cinematográficos de la vida, otra vez saldría confundida de estos cines de trasnoche.

Hay que confiar en las ideas, ¿sabés? No es como alguna vez me dijiste, que no existían.

Si me viera obligada a defender mi hipótesis, tendría que echar mano a la teoría, a los que saben; y son tantos pero tantos los que saben sobre cosas que se pelean entre sí, que el libre albedrío, más que salvarme, me mandaría directo a la sección clase Z de las clasificaciones de mi yo pienso que.

No se si te acordarás ya, a medida que avanzamos, nos vamos olvidando, los dos, yo de mi destinatario epistolar, vos, sencillamente de mi; no se si te acordarás, pero soy necia, soy terca, tengo la cabeza dura como una piedra fundamental ¿sabés?

Sí, claro que tenés que saber todavía.

Por eso te cuento igual:

El término «empirismo» proviene del griego έμπειρία, cuya traducción al latín es experientia, de donde deriva la palabra experiencia.

En la Antigüedad clásica, lo empírico se refería al conocimiento que los médicos, arquitectos, artistas y artesanos en general obtenían a través de su experiencia dirigida hacia lo útil y técnico, en contraposición al conocimiento teórico concebido como contemplación de la verdad al margen de cualquier utilidad.

El empirismo es una teoría filosófica que enfatiza el papel de la experiencia, ligada a la percepción sensorial, en la formación del conocimeinto. Para el empirismo más extremo, la experiencia es la base de todo conocimiento, no sólo en cuanto a su origen sino también en cuanto a su contenido. Se parte del mundo sensible para formar los conceptos y éstos encuentran en lo sensible su justificación y su limitación.

Difícil de entender, ¿no?

Y no menos difícil de refutar. Hay un montón de nombres importantes que me defenderían si les pidiera ayuda. Personajes históricos (como si el resto no lo fuera por el mero hecho de haber transitado las horas del mundo en alguna oportunidad), famosos, relevantes, inapelables, sabiondos listos, conocedores, universitarios de la calle, escoltas de la bandera de la verdad en un acto patrio de la vida.

Leonardo da Vinci, podría ser uno de ellos y, sin embargo alguna vez dijo “Soy completamente consciente de que hay gente presuntuosa que cree tener razón en desacreditarme por no ser un hombre culto ¡Qué locos!”. Dijo cien cosas más en el medio y siguio, “No saben que mis materiales tienen más valor porque derivan de la experiencia antes que de las palabras de otros, y la experiencia es la maestra de quienes han escrito con acierto”.

Reite. Por favor reite. Sos lindo cuando te reís. O eras, ya no me acuerdo ni puedo saber.

En fin, que la idea era esa, que cuando sueño completo todas las piezas que me faltan para llegar a ser un rompecabezas terminado.

La filosofía es demasiado difícil, ¿sabés?. Y a muy poca gente le interesa escuchar de sueños ajenos.

No se si alguna vez vaya a alcanzar el pedestal de la sabiduría académica.
Qué se yo...

No hay comentarios: