Nunca
entendí por qué puse y pongo tanto empeño en escribir una obra de
teatro, si las acciones no se me dan, y la dramaturgia no es,
claramente, mi fuerte. Debo ser un caso más de misticismo post
traumático adquirido, un intento de esos bien bizantinos para
instalarme en un tipo de experiencia muy difícil de
alcanzar en que se llega al grado máximo de unión del alma humana a
lo Sagrado durante la existencia terrenal.
Cuánto, ¿no?
El
oráculo de un Elfo, ¿sabés? No por su poderío o su belleza, sí,
tal vez por la pequeñez de su anatomía. Los Elfos aman el juego, la
danza y el canto. A veces pasan la noche entera en rondas
infatigables que sólo interrumpe el grito del gallo, le temen a la
luz del día y a la mirada de los humanos.
Así
me puse a tipear, con las orejas puntiagudas, con pretensiones
poéticas y diálogos inconexos con los que anhelaba expresar el
Desencuentro.
Y
lo logré, vaya si lo logré.
Sólo
que no hay pieza que garabatear, ni ejercicios teatrales a recorrer,
ni papeles a ensayar, mucho menos un aprenderse la letra. La obra la
estrenamos juntos, ¿sabés?, la dejamos inconclusa antes de
masticarla.
Hace
horas y horas que quiero hablarte del puerperio. Jamás supe cómo
hacerlo. Pero sigo en mis trece:
“Iba
en el taxi cuando me llamaron”...
¿me llamó el obstetra?, ¿me llamó la vieja que, en un arranque de
confianza compartida, se nos dio por ir a interrogar en esa galería
pedregosa de la calle Defensa?; sí, la vieja que nos dijo un
domingo, que el mundo estaría en contra nuestro, la misma a la que
quisimos engañar, y que acabó por engañarnos a nosotros mismos...
Son los efectos adversos y la contraindicaciones del misticismo New
Age, ¿sabés?, hacerle caso a
una señora que posiblemente viva en un monoambiente de San
Cristóbal, se emborrache como una cuba cada tarde, para paliar su
soledad y se dedique a inventar futuros infalibles a quienes, como
vos y como yo, necesitamos desesperadamente creer en algo.
La obra me la debe haber dictado el
vampiro, ya te voy a contar más de él. Yo soy incapaz de
escribir cualquier cosa, completa o incompleta.
Hay vampiros que se alimentan de
sangre, otros que lo hacen de palabras y otros de vidas ajenas. Se
las adueñan, ¿sabés?
Y así copié esta línea de diálogo,
en un corpus mucho más extenso que ahí espera, a que el vampiro
vuelva de sus vacaciones, para seguir siendo escrito:
Mujer: Una vez leí que las
señales de la depresión posparto incluyen sentirse inquieta o
irritable; Sentirse deprimida, triste o llorar mucho, no tener
energía, tener dolores de cabeza, dolor en la garganta,
palpitaciones, adormecimiento de las partes del cuerpo o
hiperventilación, no poder dormir o estar muy
cansada, o ambos (Piensa un momento)
… no poder comer y bajar de peso, comer demasiado y aumentar
de peso, tener problemas para concentrarse, recordar o para tomar
decisiones, estar extremadamente preocupada por el bebé, no tener
ningún interés en el bebé, sentirse inútil y culpable, tener
miedo de lastimar al bebé o lastimarse a una misma… no
sentir interés o placer por las actividades… incluyendo el sexo.
No poder dormir en la noche de un tercer piso por escalera, ser un
estropajo de vísceras y sentidos alienados, tener el pelo como un
nido de serpientes, ser una vaca lechera con limitaciones, apretar y
apretar ese extremo inflamado del pecho para que dé, por fin
alimento, para que dé, por favor, algo... meterse abajo de la mesa
de estilo provenzal, en la oscuridad iluminada apenas por el azul de
una computadora, ponerse en cuatro patas, rugir, arquearse y, por
fin, morderle la oreja al gato.
Ya
no quiero creer en oráculos. Por esta tarde creo que elijo el
sufismo. Pero sin las barbas, sin los gorritos de lentejuelas
orientales, sintiéndome, más cansada que religiosa. El sufismo
universal es otra cosa, ¿sabés?
Significa
que ya tengo sufi, suficiente de tanta mística cuyos profetas son,
apenas, protagonistas de las pasarelas nocturnas porteñas. Demasiada
liturgia electrónica.
Y
además, parece que todas las grandes obras incluyen alguna muerte.
Qué se yo...
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