postdata
Hoy
es sábado. El lunes o martes de la semana pasada te dejé, ¿sabés?
Ya no quiero contarte nada, no en la lengua de las aproximaciones, al
menos. No en la segunda persona del singular, no te hablo a vos, a
ese encuentro fortuito con mi imaginación. Las cartas y sus viajes
transatlánticos siempre me fascinaron. Saber que fueron escritas,
dobladas con cuidado, puestas en un sobre y despedidas con un beso;
un beso postal, en ese lamer el borde dulce del papel avión, o del
otro, porque casi nadie usa ya los recipientes livianos con figuritas
rojas y azules. Casi nadie manda cartas ya, a decir verdad. Yo
sí.
Sigo
escribiendo; pero le hablo ahora a un plural, a un conjunto
individual de sueños, a tres gatos locos, a una china o a una rusa,
a un monitor olvidado, al viento, quizás.
Sos
La Foule ahora, ¿sabés? Sos el otro lado de la canción de Edith
Piaf, esa que en francés avanza, con los chirridos de la erre como
ferrocarril viejo.
Sabés
de cuál te hablo, ¿no?
Seguro
que sabés, no podés no saber, te la murmuro:
Entraînée
par la foule qui s'élance
Et qui danse
Une folle farandole
Je suis emportée au loin
Et je crispe mes poings, maudissant la foule qui me vole
L'homme qu'elle m'avait donné
Et que je n'ai jamais retrouvé...
Et qui danse
Une folle farandole
Je suis emportée au loin
Et je crispe mes poings, maudissant la foule qui me vole
L'homme qu'elle m'avait donné
Et que je n'ai jamais retrouvé...
Era
linda nuestra voz, ¿no? Ahora sigo, pero lo hago sola. Y desde la
cima del mundo ya no canto, grito mi versión en un paréntesis del
tiempo, para volver a callar después:
Arrastrada
por la multitud que se abalanza
Y
que baila
una
farándula loca
Soy
llevada a lo lejos
Y
contraigo los puños, maldiciendo a la multitud que me roba
al
hombre que alguna vez me había dado
Y
que jamás reencontré...
Las
postdatas suelen ser más breves.
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