viernes, 8 de marzo de 2013

Encuentro

Me llamo Helen Steen y nací en un iceberg.
No es fácil ver más luz que la que encandila los poros de las estalactitas.
Hace frío en casa. Pero es mi casa y me gusta.
A veces hace calor, y me aburro.
Es entonces cuando intento seguir con una tarea que me representa un desafío escalofriante: terminar esta obra.
Se llama Encuentro y por ahora no es más que un esqueleto desorganizado.
Surge de una pregunta, mis preguntas, como todo: ¿qué es un encuentro?
Y así, llegan los diálogos. Y por qué no, algunas acciones:

El Hombre nota que la Mujer no participa. De todos modos sigue adelante: le besa la panza, el costado de la cadera. Se detiene en seco. Se sienta a un costado, molesto, se acomoda la entrepierna, rígida. Niega con la cabeza. Agarra a la Mujer de la muñeca y la sacude.

Hombre: De todas las sensaciones que me despierta este baile que no nos es confiscable, hay una que se eleva por sobre las demás. Ocurre cuando mi juicio se suspende, luego de las chispas que nos sacamos, en que vos me lanzaste tus razones y yo te retruqué las mías. Y esa sensación se me escurre cada vez que trato de definirla con palabras...

La Mujer le toma la mano con suavidad y entrelaza sus dedos con los del Hombre.

Hombre: Se parece a una calma grande en el centro que me hace preguntarme ... ¿cómo es posible que algo fuera de mí, que tiene su propio hígado, su propio páncreas y vísceras y órganos y todo, sea por momentos indiscernible de mis límites?…(mira a la Mujer) ¿Hay más té preparado, amor?

Mujer: No entendí nada. Pero igual te creo.

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