viernes, 5 de abril de 2013

Círculos

Soy Helen Steen. Escribir desde las respuestas no es para mí. El hielo es un obstáculo, bóvedas fractales que deslizan cualquier paso. Cuando un pie se hunde, entonces sí logra avanzar el otro. Pero lleva tiempo caminar acá. Todo desplazamiento lleva tiempo; no hay modo, ni posible ni imposible, de moverse sin que el tiempo pase.
Tal vez sea una ilusión.. el tiempo. No sé.
¡Y el sonido!
La cadencia irregular, perfectamente asimétrica de una gota cayendo una y otra vez. De a ratos sólo se oye silencio. Hace frío en los polos... creo que ya se los dije.
No sé. 
Tendré que buscar comida hoy... tengo hambre.
Mientras tanto, me entretengo:



- ¡Pero está usted perturbada, señorita!
- Claro que lo estoy. ¿Cómo habría de no estarlo? Se han inventado tantos dioses y ni uno sólo deja de castigarnos...
- Es que no se puede, no se debe hablar así.
- ¿Así?
- Diciendo cosas que van en contra de las costumbres que tanto trabajo cuestan instaurar. Usted no se da cuenta. Pero está perturbada.
- El que debería estar perturbado, es usted. Le sugiero que oiga, ¡ni siquiera que mire, eh!
- ¿Y qué es lo que debería oír?
- Los gritos del mundo, no de sus habitantes. Podría leer, además.
- Pero si yo he leído, asistí a las mejores casas de estudio, he obtenido las mejores calificaciones, me enseñaron el amor por el trabajo, los valores fundamentales de la patria y la familia, ¡he trabajado a sol y sombra para diferenciarme de personas como usted!
- Ya veo...
- No me entiende, ¿verdad? Debería usted reflexionar, crecer, madurar, recibir a Dios...se liberará así de tanto mal.
- Quizás me expresé mal... estoy perturbada, ¿sabe?
- Eso es evidente.
- Lo que intento decirle ahora, es que tal vez en lugar de leer, debería usted escribir...
- ¡Escribir!... pero si no soy escritor; eso es un oficio, hacen falta tesón y paradigmas.
- Mate a sus dioses, señor, escriba usted historia.
- ¡Historia! Es el colmo de la impertinencia... ¡deberían encerrarla!
- Lo estoy. ¿O por qué cree que me siento perturbarda?
- ¡Necia! Usted está encerrada en sus caprichos. No le permiten ver.
- Me acusa de necia, pero el que no acepta ver razones, es usted. Cuando usted escribe historia, la hace.
- Es peor de lo que suponía. La creía sólo trastornada...
- Claro que es peor, es muchísimo peor; siga mis consejos, escriba. Cuando usted hace historia, aprende a leer de verdad. Una vez que sabe leer, aprende a escuchar. Cuando escucha, ya no sabe cómo dejar de ver... es un círculo.
- Usted no tiene respeto por nada ni nadie. ¿Cómo me va a hablar de geometría? ¡Confunde todo! Acaso no ha habido ilustres matemáticos para eso? ¡qué dirían hombres como Euler, Gauss, Leibniz!
- Todos grandes pensadores, sin duda. ¿Sabía usted que los seres humanos caminamos en círculos cuando nos perdemos? Es una tendencia habitual.
- Natural querrá decir... ¿En círculos?, pero... ¿por qué me dice usted eso? , no querrá insinuar...
- Dije lo que quise decir.
- ¡Aduzca, fundamente!
- ¡Me da usted dolor de cabeza! No ve que así solo logra perturbarme más?
- No la entiendo.
- Es porque no aprendió usted nada... pero intentaré explicarme; las personas caminamos en círculo cuando nos desorientamos, porque vamos perdiendo un poco de equilibrio en cada paso. Así de simple. Imagine una rueda Eiffel, o vuelta al mundo. Una de esas norias que giran en los parques de diversiones. ¿Las conoce, verdad? 
- Sí claro, pero... 
- ¿Qué pasaría si una de las bombas hidráulicas que la mueven, falla? 
- Dejaría de andar, es evidente.
- Evidente, sí. Imagine ahora un círculo. ¿Qué pasaría si la tinta de un bolígrafo se nos acabara en medio de un girar permanente?
- ¿Pero qué dice?... ¡Nada pasaría!, ¡un círculo es un círculo y punto final!
- Punto final, ahí se equivoca usted...
- Imagine, imagine, ¡no soy un imaginador!...
- No ha estudiado usted lo suficiente. Imagine, haga el esfuerzo, se lo ruego.
- ¡No puedo... no me han educado para eso!
- ¿Y para qué lo han educado, entonces? Lo que sostiene es una incongruencia.
- Para ser un hombre de bien. ¿Le parece poco?
- Me parece demasiado.
- Bueno... ¡no quiero, no quiero imaginar nada! Usted no acepta la realidad...
- ¡Eureka! ¿Ve usted como acaba de descubrir algo? Déjeme ya, señor, todo esto me perturba y mi cabeza... ¡ay mi cabeza!
- ¡Insana, la van a encerrar!
- ¿Qué va usted a aducir?
- ¡No hace falta prueba alguna, ya verá!...¡policía, policía!


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