Engendro una tristeza anticipada.
Siempre que estoy triste en estas
tormentas, empiezo a temer lo peor.
Una tristeza invasora, le digo.
Otra vez las preguntas...
Y entonces llega la noticia desde el
continente: alguien murió.
Alguna rama cayó del árbol, o un
pájaro apagó su vuelo.
Así, rezo:
Pero esta tierra es una orilla del
océano
nos lleva, nos lleva
(y naufragamos cada tanto)
más allá de las rocas:
el canto de las sirenas
un pañuelo blanco entre las olas
el sol,
sobre los ojos del camino
entonces, volvemos a navegar.
Así, canto:
Ay! que cuando me agarra angustia
quiero correr, metafóricamente hablando
no quiero ni ver, no quiero escuchar
ay!, que ese nudo, esa náusea de
organismo impoluto y maltrecho de realidad
ese nudo no me deja reír
ni hacer la plancha en tus latidos
no me deja y yo,
no quiero saber
no quiero saber
Ay!, ¿que cuántos jirones más de
yo serán necesarios para vivir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario