martes, 17 de septiembre de 2013

¿Qué es el Silencio?

¿Soy Helen Steen?

No sé.

El calentamiento global agita mi refugio; los muros de escarcha palidecen, las bombas avanzan y sólo sé permanecer inmóvil...la guerra.
No, no paralizo este impulso de araña, miento. 
El instinto persevera, ancestral él. Y así, mejor actuar, ¡sí!, mejor correr, mejor volar, rápido, muy rápido, ahora, ¡ya!:

Tejo y entretejo mi red de preguntas, hebras sagradas que volverán a ser mi palacio. Impenetrable.
Sólido como el pétalo de una azalea.


Mi seda de araña, escribo:




¿Qué te hago hoja en blanco? ¿Te silencio?
¿O te confieso de una vez y para nunca todos mis temores inciertos?

Qué dificultad más descabellada, en esta era de fragmentos sin pescuezo del que apretar. Qué necesidad, su alteza, la de ordenar todo aquello que navega en ese océano de vida.

Qué necesidad... sí, una necesidad. Y entonces, ay!
Y entonces.

Claro, la necesidad de una pausa, no vaya a ser que.
Reordenar, recapitular, recapacitar, rememorar, repatriar, remar, remar, remar, en ese mismo océano que a veces desemboca en río y otras más en terrenos áridos, fértiles de espanto, tan secos que ya, ¿para qué?

Y sin embargo la pausa que insiste, el silencio de unos ojos, estos, los míos, que tan ciegos van buscando una y otra vez lo igual.

Cartas a Roma, Roma queda demasiado lejos, amor.

Habrán pasado unas bandadas paleolíticas, de tiranosaurios y canarios fósiles; se habrán visto aves de todo corte, de alas coloridas, de azules y verdes, de plumaje suave y redondo, pavos reales a montón. Se habrán visto vuelos de carroña, además, dispuestos a carcomer cuanta migaja de aliento esperanzado cayera por el cañón.
Y algún hombre o mujer con binoculares, de esos mecánicos, los hombres y mujeres, avistando nubes de pájaros que pasan y pasan, se revuelven, se revuelcan, revolucionan el cielo, un cielo eléctrico y en tormenta perpetua.

Pero, ¿por qué?

Porque después de la tormenta, dicen, llega siempre la calma.

Claro, ¿qué será todo un círculo acaso?
¿Y dónde quedan las rectas, los triángulos, los paralelepípedos? ¿Dónde todas las figuras geométricas que componen esta existencia azarosa que me arrastra, me lleva y que intento conducir?

¡Conducir!

Qué mala fama ese verbo, en esta, sí, en esta era de cartas digitales firmadas sin corazón.
No, no digas eso. Es sólo una costumbre del momento. Una moda a la que hemos llegado impuntuales.

¿Qué qué?

¿Que deberías haber nacido en otro espacio? Ah! Claro, por un momento creimos que ibas a decir tiempo. ¡Ilusa!
Pero no, no ibamos a explicarte que el tiempo es una invención, y que lo único que no tiene de incierto es un montón de huesitos sin remitente en un campo verde, con suerte, con suerte verde decimos, de geografías que luego serán museos, visitas, parajes reflotados o puro río.

Eso se sabe.

La pausa que esperan y que necesitás:

El río viene, vendrá/ y se llevará a tu padre en esas aguas calmas”

¿Habrán sido turbias en otros pasajes?

Chiquita, que mala costumbre la de preguntar y preguntar... si tan sólo te hubieran dado una respuesta, ¡una!

No serías vos, chiquita.... ¿qué, que ya te irrita ese epíteto?

¿Que las palabras te penetran, te seducen, te desvanecen, te confunden, te envenenan, te contornean, te desdibujan, te dan tronco y alma y vida y ramas y hojas y crecés y crecés para luego morir?
Ah.
Puede pasarte todo eso, si.

Eso se llama silencio.

Se llama escuchar la música que llega desde lejos. Se llama viajar en la cola de cometas que acaban en el infinito. Se llama tantas cosas.
Tantas cosas que pedís por favor, por favor, un verbo que te refugie.

¿Que qué?, ¿Que qué de vos, patas tan chiquitas que no te alcanza para correr tan lejos como quisieras?

Muchas voces, acertadas algunas algunas te van a resonar, en eco, como ese eco del viento cuando solo hay ausencia y naturaleza desamparada, o naturaleza, a secas, muchas voces te van a envolver: respirá, van a decir.

En medio de la tormenta.

Y vas a hacer caso, porque a pesar tuyo sos obediente, hasta que aprendas,

¿Qué que es aprender?
Uy! Podría ser tantas cosas.

El viento sopla fuerte, ¿sabés? Y más fuerte en esas estepas blancas que elegiste para pensar sin dolor. Tanto arrancarte y arrancarte y arrancarte de vos que, ¿qué quedará?

No temblás de frío.

Temblás porque sabés que además de vivir en la estepa ártica, que además de encerrarte, libre, sí, la no falta hace, pero dudás tanto que mejor decir, que además de encerrarte en esas pieles de animales nunca muertos, que además del exilio involuntario en el que elegís hacer la plancha, habrá inmediatamente otros Egiptos y otras Pragas y otras naciones sin inventar aún, a las que vas a querer dispararte.

¿Ah?
¿Sentiste miedo ahí?

Calma, Karma, el karma es también de estos tiempos en los que se te ha dado por nacer. Por nacer una vez más.
¿Qué preferís la ficción de una frase?, ¿de cuál?, ¿de la que dice: atravesé océanos de lágrimas para encontrarte?

Cobarde.

Sí, sí, sabemos que sos cobarde. Y sin embargo.
Sin embargo, claro. ¿No te preguntás nunca por qué seguir adelante?
Hete allá tu propia trampa, chiquita, nos reímos, chiquita, y te decimos, sin maldad, sólo con un poco, claro, chiquita, chiquita, chiquita...

¿Que qué es crecer?
Encontrar tu camino a Roma, Chiquita.

¿Qué si te vas a morir?
Claro, quién no ha muerto alguna vez.

Allá viene la tormenta, y los ciervos dejan de tomar agua de las fuentes, y esos pájaros de los que hablabas se refugian entre las células de tu alma, y los hombres y mujeres con binoculares y trajes de cuero, sí, hasta ellos, te piden amparo. Y la tormenta es de nieve, ¿qué esperabas de esta estación fría?

¿Robarte la primera persona del singular?
Muy bien.

¿Qué tendrás para decir?

Silencio...

Y de mis ojos saldrán los fuegos que me mantengan en esta vida/ y de mis ojos saldrán todos los silencios que sólo encienden/ y de mis fuegos saldrá la noche, y también el día/ porque mientras haya camino, seguiré andando”
Nos podríamos reír de vos. Pero te vamos a dejar ser.
Dormí, duerman vos y tus animales, que la tormenta ya pasa...





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